Chapter 118. Un mes para enamorar a un cocodrilo
De Madrid al cielo. Es allí dónde las cosas pasan más deprisa y hoy es uno de esos días. Todo empezó con ella en la sobremesa diciendo: «Yo no soy una granjera, soy cazadora» y no me gustan los hombres que me dicen a todo que si, me gustan los que me retan, los que cazan como yo, los depredadores. Si un hombre me dice «vamos a dónde tu quieras» no me vuelve a ver el pelo. Si está gordo o calvo tampoco lo quiero porque a mí lo que me gusta es agarrar del pelo a un hombre mientras lo hacemos ¿entiendes? Devorarlo y luego llamarle un Uber porque no sé que hacer con él una vez terminamos. Los jóvenes son los peores, se quieren quedar en mi piso, no me extraña, tengo un pisazo en DF con vistas y eso a ellos les atrae pero para mí un encuentro sexual con un jovencito es solamente colágeno para mi cara. Y es que cada día me contactan más de treinta hombres, me abordan por la calle o por instagram, quieren lo que quieren y claro, no saben con lo que se van a encontrar cuando uno me dice: qué raza es la perra? yo les contesto: ella o yo? y veo como sus ojos se llenan de deseo. Me gustan los cabrones, los que me lo ponen complicado y me hacen sufrir para tenerlos lo que ocurre es que cuándo ya he conseguido enamorarlo y empieza a ponerme ojitos me canso y le dejo»
Todos estábamos escuchando atentamente su disertación mientras su perro de raza devoraba un hueso del chuletón que habíamos pedido. Cocodrilo escuchaba con mucho interés con su cara apoyada en la mano como babeando ante su nuevo reto y soltando ruidos y exclamaciones oh! uff! yes! yes! cada vez que ella sentenciaba. La mesa estaba llena de posibles retos para él pero hoy el destino le había puesto delante algo con lo que no contaba: la mujer cocodrilo. Guapa, independiente, exitosa y con muchas ganas de vivir sin permiso.
Un WhatsApp le distrajo de la conversación. «Vuelvo el lunes de la India»
Era esa otra chica que hacía un mes le había robado el corazón. Habían salido una noche de esas que cuesta olvidar, por bizarra. Él la había acompañado a casa después de unas copas pensando que le iba invitar a subir, pero no, le hizo esperar abajo. «Bajo ahora» le dijo. Desconcertado, se sentó en un banco a mirar el móvil y a medida que pasaban los minutos pensó «Esta no vuelve» Le timbró, nerviosa le dijo «Ya voy ya voy» y para su sorpresa, lo hizo. En el siguiente bar le confesó que su novio estaba arriba durmiendo. Puede haber algo que motive más a un hombre que la triangulación?
Las cosas se complicaban pues en la mesa también había detectado a otra mujer de su agrado. Era diferente a todas con las que había estado, elegante, educada, profesional y divertida. Quería conocerla. La invitaría a salir.